Trastienda del Protocolo COVID-19 para la Organización de Milongas

Juan Manuel Guerrera
30 min readDec 29, 2020

Promedia el mes de diciembre de 2020, un año difícil para la humanidad. La pandemia de coronavirus azota a todo el mundo y la República Unitaria de Mosquera no es la excepción. Ni siquiera estar en el otro extremo de la República Popular de Huaxia, origen de la pandemia, y contar con dos meses de tiempo adicional ha eximido al país de sufrir las consecuencias.

La respuesta del Gobierno mosqueriano a la crisis sanitaria ha sido una cuarentena temprana y dura. Con el correr de los meses se ha transformado en una de las más largas del mundo. Con plena conciencia de las consecuencias, el Gobierno ha asumido una de las caídas económicas más profundas del mundo, con millones de empleos perdidos y de nuevos pobres. Eso no ha impedido que el país termine al tope de los rankings mundiales de muertes por habitante.

Debido a su tamaño y densidad, la Ciudad Capital es la zona más crítica para el control de la enfermedad. Es en esta ciudad donde el tango tiene un gran desarrollo y atrae cada año a miles de turistas. No solo debido al derrumbe del turismo, sino también a la cercanía física y rotativa propuesta por la danza del tango, la práctica de esta hermosa rama del arte ha sido uno de los campos más golpeados por la cuarentena. Y dentro del universo del tango, la organización de milongas ha sido sin dudas una de las actividades más afectadas.

Una buena parte de los trabajadores del tango siempre ha vivido al día. No es difícil imaginar la situación actual de muchos de ellos, tras nueve meses de restricciones casi completas a su trabajo. Algunos no tienen, literalmente, para comer.

“Ansiosos” llamó el Presidente de la Nación Mosqueriana a aquellos que pedían por una cuarentena más flexible e inteligente. “Quedate en casa” fue el lema principal de la cuarentena propuesta por el Gobierno, al menos el dirigido a quienes tenían una casa donde quedarse. Lamentablemente, no todos tenían la suerte de vivir en Puerto Habanero o Renoleta, dos de los barrios más pudientes de la Ciudad Capital. Y no todos, ciertamente, tenían la posibilidad de trabajar desde sus hogares.

Ese es el marco que da lugar, apenas iniciada la cuarentena, a la creación de la Comisión Interdisciplinaria y Participativa Responsable del Diseño del Protocolo COVID-19 para la Organización de Milongas (en adelante, la Comisión). La Comisión se suma a cientos, tal vez miles, de otras comisiones que en conjunto se dedicarán a “protocolizar” las vidas de todos los mosquerianos, hasta el último rincón, con un objetivo fundamental y nobilísimo: minimizar la cantidad de muertos por habitantes.

La Comisión está compuesta por veintitrés miembros. De ellos, cinco son los realmente influyentes.

De los cinco influyentes, dos lo son por su influencia en las formalidades del Protocolo. El primero es Francisco Curri Uno, director de la Comisión. Es el responsable general y es el que firma la aprobación del Protocolo. Es también el enlace con las autoridades políticas superiores. En la práctica, no participa del contenido ni de las reuniones. Se encarga de bajar línea periódicamente. La mayoría de los miembros de la Comisión nunca lo han visto. La segunda influyente es Mariana Genaro, Responsable de Mujeres, Géneros y Diversidad de la Comisión. Es sobrina de Francisco Curri Uno. Pero a no prejuzgar. Es una chica muy simpática, trabajadora, que se ha esforzado en aprender todo lo posible sobre políticas de género desde que ingresó a su puesto estatal hace un año.

Los tres influyentes restantes lo son por su incidencia en el contenido del Protocolo. El primero es Luis ‘El Tano’ Controllatore. De sólida formación marxista, es el verdadero cerebro de la Comisión. Admirador nostálgico de la Unión Soviética, considera que el proyecto socialista no colapsó por deficiencias de concepto, sino de implementación. Tiene una vasta trayectoria académica y, como idealista que es, siente la noble — y a veces agobiante — necesidad de ponerla al servicio de los demás. El segundo influyente es Santiago Curri Dos, medio hermano de Francisco Curri Uno. Tiene “formación en salud” y ha devenido un tanto repentinamente en “experto en protocolos”, un área muy requerida por el Estado durante los últimos meses. Por último, el tercer influyente es Federico Derrodillas, representante de las milongas. Tiene gran afinidad política con el Gobierno mosqueriano. Considera que su prioridad es conservar o aumentar la ayuda que las milongas (grandes) reciben del Estado.

La Comisión comienza a operar en abril con doce miembros. Once de ellos son hombres. Este desbalance entra en conflicto con la política “de Mujeres, Géneros y Diversidad” que ha impulsado el Presidente desde el comienzo de su gestión. Esta política se ha traducido en la creación de decenas, tal vez centenas, de organismos homónimos a lo largo y a lo ancho de toda la estructura del Estado. Se estima que pronto llegará también al Gabinete nacional, donde de los veintiún ministros elegidos por el Presidente diecisiete son hombres.

Genaro, la única mujer de la Comisión, señala las deficiencias “de género” en la conformación de la Comisión. Su propuesta consiste en que la mitad de los integrantes ceda su lugar a “mujeres cisgénero o personas transgénero” de sus propias áreas. Con una gran riqueza de argumentos, la Comisión rechaza la propuesta. Luego de días de debate, se decide que la Comisión amplíe sus miembros de doce a veintitrés, siendo “mujeres cisgénero o personas transgénero” los nuevos once integrantes de la Comisión. Estas personas pertenecen a otras áreas estatales y no tienen relación con la Comisión, ni con el Protocolo, ni con el tango. De hecho, se trata de personas que no tendrán una participación efectiva en las tareas de la Comisión. Genaro no tiene más opción que aceptar la propuesta. La triste realidad es que nadie la toma en serio.

Otro desafío de la Comisión es que veintidós de sus miembros, de los veintitrés que la componen, no saben sobre tango. El único involucrado en la comunidad tanguera es Derrodillas, el representante de las milongas. Es cierto que Controllatore tiene cierta idea superficial sobre el tema, producto de sus lecturas generales, pero nunca ha pisado una milonga.

A partir de lo anterior, la dinámica de funcionamiento de la Comisión se va estructurando de la siguiente forma. Derrodillas provee información en bruto sobre el funcionamiento de una milonga y algunas ideas generales sobre lo que se podría hacer. Controllatore toma esa información, la amasa, la procesa, la enriquece y finalmente la formaliza. Curri Dos recibe ese resultado y lo “protocoliza”. Genaro, por último, le aporta “una perspectiva de género”. Finalmente, con todo resuelto, Curri Uno le pone el gancho. De los dieciocho miembros restantes, en promedio solo unos cinco están presentes en las reuniones virtuales diarias y aportan algunas opiniones bienintencionadas y poco valiosas.

Después de nueve meses de trabajo, la Comisión ha publicado el Protocolo COVID-19 para la Organización de Milongas (en adelante, el Protocolo). El documento consta de 37 páginas que integran 96 artículos, 7 protocolos o guías relacionados, 3 anexos y 18 afiches. Se le planta de igual a igual a la Constitución Nacional mosqueriana, que posee 129 artículos y 17 disposiciones.

No está del todo claro cómo se distribuyó la carga de trabajo de la Comisión a lo largo de los nueve meses. Algunos de los integrantes afirman que el trabajo fue continuo y sólido, a razón de cuatro páginas por mes. Otros discrepan y afirman que los primeros ocho meses fueron de “escuchar, compartir y cocrear”, mientras que la “corporización” se concentró en el último mes. Otros admiten desconocer la respuesta. “Se hizo un gran trabajo”, en eso sí coinciden todos los miembros.

A partir del nacimiento del Protocolo, queda atrás una histórica etapa de diferencias entre las milongas y el Estado. Las milongas se permiten la evolución. Pasan de repudiar el exceso de reglamentaciones y la severidad en su aplicación, que muchas veces conducía a sus propias clausuras, a levantar y hacer flamear la bandera de las regulaciones. Comienza una nueva era de seguridad, responsabilidad y cuidado, de multiplicación y cumplimiento de normas, elaboradas codo a codo junto al Estado. También a partir de ahora, como parte de esta nueva época, se da por descontado que las milongas (y el mundo del tango en general) facturarán sus servicios y pagarán sus impuestos en tiempo y forma. De ese modo, contribuirían no solo con necesarias y poéticas palabras a la necesidad de un Estado presente, fuerte y solidario, sino también con hechos concretos para su sostenimiento.

Publicar aquí el Protocolo completo significaría arruinar este escrito. También significaría arruinar el libro del que será parte. Y también significaría arruinar las miles y miles de copias de ese libro que buscarán, sin descanso, que esta historia no sea olvidada nunca. Por suerte, el Protocolo está publicado y puede encontrarse en Internet. Es por eso que citaremos solo unos pocos artículos destacados y algunos de los debates privados que se dieron a la hora de su redacción. En caso de que el tiempo apremie, es completamente posible saltear los artículos y continuar la lectura.

Artículos destacados sobre la higiene básica:

  • “El lavado de las manos con agua y jabón durará al menos 40–60 segundos”. No fue fácil para la Comisión acordar este artículo. El día entero que le llevó lograr el acuerdo había presentes unos doce miembros. Una minoría creía que especificar la duración implicaba entrar en un detalle excesivo. La mayoría comandada por ‘El Tano’ Controllatore finalmente se impuso, pero no fue capaz de mantenerse unida en relación al tiempo de lavado. Un grupo sostenía que con 40 segundos era suficiente. El otro consideraba que no y, en consecuencia, se manifestaba preocupado por eso que interpretaban como una deficiencia. Con ese tiempo demasiado corto, temían estar enviando a los milongueros a la mismísima orilla de la muerte. Además, sostenían que ante la duda su criterio debía primar, por ser más seguro. “Mejor que sobre lavado de manos y que no falte”, era su lema. Las discusiones consumieron la mañana. El almuerzo y la siesta fueron los necesarios momentos de meditación que los miembros de la Comisión necesitaban para madurar una solución. Finalmente se acordó incluir el intervalo 40–60, aunque 60 fuera nada menos que un 50% más que 40. Los miembros que defendían los 40 segundos temían congestiones en los baños. Además, quedó flotando en el aire el temor de que las personas tuvieran miedo de lavarse por fuera de ese rango de tiempo. Sin duda, muchos se preguntarían si un lavado de 70 segundos presentaba algún inconveniente. A partir de esta posibilidad preocupante, la Comisión decidió incluir la aclaración “al menos”. El tema no quedaba resuelto del todo, es cierto, ya que todavía se presentaban interrogantes dentro del rango. 50 segundos, por ejemplo, no era “al menos 60”. Se discutió también sobre la posibilidad de exigir la instalación de cronómetros, o simples relojes con nivel de segundos como para no exagerar, junto a los lavabos. Luego de un virtual empate que prolongó el debate, la idea no prosperó y se acordó que las personas podrían contar ellas mismas los 40–60 segundos, idealmente utilizando el recurso de “Mil uno, mil dos, mil tres…”. ¿Era necesario sugerir, o tal vez exigir, el uso de esa técnica para el correcto contado de los segundos? Al plantearse la pregunta, ya eran las seis de la tarde y los miembros de la Comisión acusaron “muchísimos deberes personales” que atender. Acordaron dejar abierto el tema y discutirlo durante los próximos días. También quedaron cuestiones abiertas sobre la especificación del agua y del jabón. Productos de baja calidad podían hacer fracasar todo el esfuerzo que la Comisión estaba dedicando al tema. Por ejemplo, el agua debía ser potable y debían establecerse directivas para comprobarlo. Por falta de tiempo (¡los nueve meses habían pasado volando!), estos debates pendientes nunca fueron retomados, pero no se descarta que lo sean en algunas de las próximas versiones del Protocolo.
  • “En caso de no contar con agua y jabón se utilizarán soluciones a base de alcohol (por ejemplo, alcohol en gel) con una duración de 20–30 segundos”. El acuerdo sobre este punto fue relativamente unánime, aunque como se ve persistieron las diferencias sobre la cantidad adecuada de segundos. La solución adoptada fue la misma. En este caso no se utilizó el “al menos”, ya que existían temores sobre las consecuencias de un excesivo tiempo del alcohol en gel sobre la piel humana. Los miembros de la Comisión no deseaban asumir la responsabilidad de que alguien se aplicara el alcohol, por ejemplo, durante varios miles de segundos y que luego, ante eventuales consecuencias negativas, hiciera responsable de ello al Protocolo, por ser demasiado abierto y permisivo. No sin astucia, Controllatore señaló que idéntica preocupación debía tenerse entonces con respecto a los jabones del punto anterior, al menos sobre algunos de ellos. Se tomó nota de este cabo suelto y se acordó debatirlo durante los días siguientes. Por falta de tiempo, eso nunca llegó a ocurrir.
  • Luego de los procedimientos para lavarse las manos, el Protocolo lista una serie de situaciones luego de las cuales los milongueros deberían volver a lavarse las manos. Básicamente, todas. Esta propuesta, también de Controllatore, tuvo gran apoyo dentro de la Comisión. La inmensa mayoría se mostró de acuerdo en que dejar este tema en manos de los milongueros — valga la redundancia — significaba asumir un peligro inaceptable.
  • Además, el Protocolo incluye un afiche explicativo sobre cómo lavarse las manos en once simples pasos. Allí se explican todas las técnicas de frotado y el sentido de giro para cada una de las manos. Al final del procedimiento, “las manos son seguras”. De más está decir que luego de tocar cualquier cosa es necesario repetir el procedimiento.
  • “Usar el cesto de basura más cercano para desechar los pañuelos utilizados”. Esto es muy importante en varios sentidos. En primer lugar, la aclaración de que los pañuelos a desechar son los utilizados, no sea cosa que algún distraído los tire todos. Es cierto que queda abierta la cuestión de qué hacer con otro tipo de desechos. ¿Cómo proceder, por ejemplo, si me sueno la nariz con una servilleta? Otro tema a debatir con mayor profundidad en futuros encuentros. En relación a “usar el cesto de basura”, se trata de una propuesta discreta pero innovadora de la Comisión. Pero momento. La verdadera clave está en no utilizar cualquiera de los cestos, sino en utilizar “el más cercano”, para — atención — ¡evitar la circulación innecesaria de los milongueros! Brillante. Ahora, gracias a este artículo del Protocolo, los milongueros no tendrán que exponerse innecesariamente al COVID-19 al tirar sus pañuelos. No solo no se hubieran podido dar cuenta por sus propios medios, sino que ahora además lo sabrán con antelación. No en vano Controllatore es llamado “genio” o “genio mundial de los protocolos” por muchos de sus compañeros. “¡Dibuje maestro, dibuje!”, le gritaban entre aplausos luego de cerrado el artículo. “Algún día, cuando lo perdamos (¡Dios quiera que falte mucho!), le organizaremos una multitudinaria despedida con honores. En la Casa de Gobierno si se puede, con pandemia y todo si llega a ser necesario”, explicaban en su entorno.
  • “Del tapabocas solo deberá tocarse el cordón o el elástico, evitando tocar la parte delantera”. Luego, se aclara que “si el tapaboca es reutilizable, deberá lavarse antes de utilizarse con detergente a 60° centígrados”. Era inevitable que el tema del tapabocas, y sobre todo su limpieza, disparara interrogantes ¿Debía lavarse antes o después de ser usado? ¿O acaso era indistinto? Se decidió que antes era más seguro, por quedar el tapabocas expuesto durante menos tiempo a los avatares de la vida. Lamentablemente, no fue tan fácil llegar a un fácil acuerdo sobre cómo había que lavarlo. ¿Era posible, o inclusive mejor, lavarlo con jabón, ya fuera macizo o en polvo? ¿Y qué decir de la temperatura? ¿Era suficiente 60°? ¿Cómo medirla correctamente? ¿Debía asumirse la tenencia de un lavarropa? Si no se lo tenía, ¿podía confiarse en el lavadero? Por otro lado, ¿debía recomendarse el uso de suavizante, para una mayor duración de la prenda? La Comisión estaba ante el desafío de preguntas que parecían inagotables. No era exagerado llamar heroica a la tarea de responderlas. Hubiera sido justo entrevistar a algunos de los miembros y, con música conmovedora de fondo, ver cómo se quebraban al relatar sus días de trabajo en el Protocolo. La Comisión lo hacía con enorme compromiso y estaba dispuesta a “trabajar cien horas mensuales más, mil meses más, de ser necesario. Todo con tal de ‘cuidar a los mosquerianos’”, como había dicho el Presidente.
  • “Se recomienda utilizar máscara facial además del tapaboca”. Ante el justo interrogante que podría surgir, se aclara que no se dieron mayores detalles sobre la manipulación o limpieza de la máscara facial.

Artículos destacados sobre la organización de la milonga:

  • “Los organizadores deberán otorgar turnos de acuerdo al límite de público permitido y con previa inscripción”.
  • “Los turnos tendrán una duración máxima de dos horas, dejando treinta minutos entre cada turno para higienización y ventilación”.
  • “Se recomienda establecer horarios de ingreso a fin de evitar el ingreso por orden de llegada”. Este artículo disparaba algunos dilemas. Por un lado, si se daban turnos, obviamente habría un horario de ingreso. La Comisión determinó que no estaba mal ser explícita al respecto, al precio de sonar tal vez repetitiva. Algo parecido ocurría con el ingreso por orden de llegada, algo que quedaba implícitamente descartado al establecer el sistema de turnos. Pero nuevamente, primó la cautela y fue explicitado. El problema fue que la redacción de tanta explicitud dio lugar a nuevos interrogantes. ¿Todos los milongueros de un mismo turno tendrían el mismo horario de ingreso? En ese caso, ¿entrarían según el orden de llegada para ese turno? La redacción sugería que no. ¿Habría un sistema de sub-turnos, por medio del cual se asignarían turnos de segundo nivel dentro de un mismo turno? ¿O acaso era mejor que los turnos fueran dados con nivel de minuto o de segundo? Por ejemplo, dada una asistencia pre-registrada de veinte personas, podría darse un horario específico de entrada cada treinta segundos. De esa forma, todo el ingreso estaría perfectamente implementado en diez minutos. Pero entonces, ¿qué pasaría con los que se retrasaran? ¿Tenían prioridad al llegar por sobre los que habían llegado a tiempo con su sub-turno, algo que contrariaba el enunciado del artículo, o en cambio debían ponerse en la cola de espera, algo que también contrariaba el enunciado? La única solución coherente con el enunciado era no dejarlos entrar. O que lo hicieron solo en calidad de otra cosa, como espectadores por ejemplo, posibilidad que finalmente se exploró en el artículo siguiente. Ya agobiada por la complejidad del tema, la Comisión decidió posponer las respuestas a tan pertinentes preguntas.
  • “Los milongueros no podrán ingresar pasados los quince minutos del horario reservado. Pasado ese lapso, solo podrán ingresar como espectadores. Para casos excepcionales se podrá prever un espacio asignado para ingresos tardíos, pero no podrán integrar ‘burbujas sociales’”. La prohibición de entrar como bailarines, aunque sí como espectadores, tuvo un gran apoyo por parte de la Comisión. Era ante todo justo, razonable y necesario. El retraso en un contexto tan delicado no podía tolerarse sin consecuencias. Es cierto que la Comisión había comenzado una hora tarde el día que se redactó este artículo, pero no se comparaba el nivel de responsabilidad que debía afrontar la Comisión en relación a los eventuales milongueros. Fue esta diferencia, de hecho, la que disparó la necesidad de incorporar las excepciones que en él se mencionan. ¿Qué pasaría si los que se retrasaban eran los organizadores, los músicos, los bailarines del show, o los amigos de todos ellos? La solución era muy sencilla: simplemente serían exceptuados. Pero eso sí, no podrían integrar “burbujas sociales”. A pesar de la originalidad del régimen de excepción, hay que reconocer que este recurso no fue concebido por la Comisión, sino por las autoridades del Gobierno nacional mosqueriano. Una y otra vez, los funcionarios se habían autoexceptuado de cumplir todos los protocolos que ellos mismos habían dictado y obligado a cumplir a los demás. Por supuesto, esto estaba más que justificado. Los funcionarios eran los más esenciales, no podían detenerse en las complicaciones adicionales que representaban los protocolos. Grandes ciudadanos mosquerianos que se ponían el país al hombro. “Verdaderos faros morales de la Nación”, coincidían en la Comisión.
  • “Todas las personas deberán completar una Declaración Jurada de Salud”. Una medida fundamental que ya había demostrado su éxito al ser implementada, allá por febrero, en los aeropuertos internacionales donde llegaban los primeros portadores del virus por vía aérea.
  • “Se recomienda nominalizar las ubicaciones ocupadas, ya sea por sistemas de emisión de entradas digitales o manuales. En este último caso, se recomienda completar una planilla en la boletería con la siguiente información de quien adquiere las entradas: nombre, apellido, DNI, teléfono y ubicación asignada”.

Artículos destacados sobre la llegada a la milonga:

  • “Se debe garantizar un lugar para la higienización de los milongueros antes del ingreso al establecimiento”. La elección del término “higienización” no fue caprichosa y por supuesto que nació de un desacuerdo, como casi siempre que se escogen palabras imprecisas. La polémica fue grande. A algunos les parecía evidente que la limpieza debía limitarse al lavado de manos. Pero otros pretendían aprovechar la ocasión para sumar una ducha y un perfumado aunque más no fuera superficial. Derrodillas acotó que las milongueras estarían muy de acuerdo con esta medida. Por un momento se buscó el consenso mediante un punto intermedio, por ejemplo, mediante el rociado de los milongueros con desinfectante de ambientes. El debate se desvirtuó tanto que finalmente se acordó usar la difusa palabra “higienización” y reabrir el tema en algún futuro indefinido.
  • “Es obligatorio el cambio de zapatos de calle por zapatos de baile en el lugar”. Este artículo fue largamente debatido por la Comisión. La primera objeción, inclusiva por cierto, fue de Derrodillas. Señaló que no todos los milongueros tenían dos tipos de zapatos. Poco le importó esto a la Comisión. Más preocupación despertaba, en cambio, si el cambio de zapatos — obligatorio — se haría de la puerta hacia adentro o de la puerta hacia afuera. Por poco margen, se impuso la decisión de que se hiciera adentro.
  • “Se promueve que los milongueros se movilicen a pie o mediante vehículos propios o bicicleta. En caso de utilizar vehículos, se recomienda incorporar medidas de prevención para su uso. A continuación, algunas sugerencias: Evitar el uso compartido. Desinfectar antes, durante y después de su uso (tapizados, volante, palanca de cambio, llaves, tableros, interiores, picaportes, manijas de apertura, trabas, pasamanos, cinturones de seguridad y toda superficie de contacto directo). Ventilar naturalmente y en forma permanente durante la circulación. Transitar con la menor cantidad posible de personas. Se aconseja una persona por fila de asientos”. Este artículo despertó gran polémica en el seno de la Comisión. Su definición demandó varios días. Derrodillas se preguntó retóricamente si la Comisión no se estaba yendo “de tema” (no usó estas palabras). Por las ramas, digamos. A pesar de su mansedumbre, Derrodillas conservaba cierto atisbo de buen juicio, tal vez por ser el único que había ido alguna vez a una milonga. A él le parecía aceptable — se cuidó de no decir “bien” — que se especificaran todos los aspectos de la milonga, hasta lo insoportable si resultaba imprescindible, inclusive si el resultado era un absurdo documento de treinta páginas. Lo que no le parecía era que la Comisión se dedicara a protocolizar, además, aspectos externos a la milonga como el uso de un automóvil. Con el mismo criterio, buscó ejemplificar, debería protocolizarse también el uso de la motocicleta, la bicicleta, el monopatín y la patineta. Del taxi y de las aplicaciones de transporte. Y por qué no, del hogar mismo de los milongueros. A Controllatore, de hecho, le pareció que Derrodillas tenía razón en esto último. Y por eso sugirió que la Comisión aproveche la ocasión para ampliar el Protocolo e incluir sugerencias para otros medios de transporte y el hogar. Curri Dos, el “experto en protocolos”, permanecía por lo general callado, como distraído, pero esta vez se permitió expresar un decidido acuerdo. La discusión recrudeció. Al final, luego de tres días de exposiciones interminables, se decidió dejar el párrafo sobre automóviles tal cual estaba y seguir adelante. En algún momento del porvenir se retomaría el debate de la cuestión.

Artículos destacados sobre la pista de baile:

  • “Se sugiere la demarcación de la pista de baile de los espacios correspondientes a cada pareja para mantener la distancia de seguridad”.
  • “Para respetar las distancias necesarias en la pista de baile, se demarcará en el piso el diámetro de círculos”. Este artículo es bastante parecido al anterior, por no decir el mismo pero con diferencias. En este la demarcación es obligatoria y no sugerida. Uno de los miembros hizo mención de esta inconsistencia, pero no fue tomado en cuenta. No queda del todo claro, por lo tanto, si se trata de una repetición buscada para destacar la importancia del tema o tan solo de una distracción de la Comisión, agobiada por tanta responsabilidad y por la estresante necesidad de trabajar a contrarreloj. También puede haberse tratado de un cambio de opinión sobre la marcha. En verdad, no es la única diferencia entre los artículos. En este último se indica además que se demarcará “el diámetro de círculos”. Un miembro de la Comisión sugirió escribir simplemente “círculos”, pero Controllatore estaba obsesionado con incluir el concepto de “diámetro”. Inútil resultó explicarle que el diámetro de un círculo era una línea (que une los dos extremos del círculo) y que al dibujar una línea era imposible comprobar si se trataba efectivamente de “el diámetro de círculos”. No hubo caso. Como a tantos otros revolucionarios, a Controllatore le costaba admitir que sabía mucho de marxismo pero poco de números.
  • “Cada círculo contará con una superficie de 7.065 metros cuadrados. La cantidad de círculos dependerá de la superficie total de la pista, pero respetando siempre la medida de superficie del círculo de 7.065 metros cuadrados (radio de 1.50 metros). La cantidad de parejas que puedan bailar al mismo tiempo va a ser igual a la cantidad de círculos disponibles menos uno”. Como en casi todos los casos, la base de este artículo fue propuesta por Controllatore. En este caso, insistió con particular empeño en mencionar el concepto de “superficie del círculo”, aunque con especificar el radio fuera más que suficiente. La mención de la superficie era innecesaria y redundante, aunque — a favor de Controllatore — lo mismo valía para casi todo el Protocolo. En ambos casos, nuestro matemático frustrado tampoco aceptó utilizar la coma como separador de decimales, dando lugar a cierta confusión entre los miembros de la Comisión (algunos exclamaban “¡¿siete mil metros cuadrados?!”). La mayor parte de la Comisión simplemente no entendía nada. Algunos de ellos se lamentaron de no haberse esforzado lo suficiente durante la primaria. El artículo fue aprobado sin objeciones.
  • “La distancia entre círculos debe ser de 2.0 metros, cuyo radio será de 2 metros cada uno”. Este artículo también es bastante parecido al anterior, por no decir el mismo pero con diferencias. La misma persona de antes también lo mencionó, pero otra vez fue ignorada. Al parecer, la Comisión practicaba el arte de corregir artículos con nuevos artículos. Además de actualizar la medida del radio de 1,5 a 2 (se asume que también se actualiza la superficie del círculo), se indica la distancia entre círculos. Por supuesto, es la misma de siempre, dos metros. Es la distancia general entre las personas, pero nunca está de más un mayor detalle y una mayor repetición a la hora de las regulaciones.

Artículos destacados sobre el comportamiento general en la milonga:

  • “Se sugiere, previo al comienzo de cada milonga, práctica o clase, transmitir al público asistente las principales pautas de prevención e higiene, de ser posible mediante mensaje previamente grabado”. La discusión sobre cómo transmitir el mensaje demandó a la Comisión varios días de desencuentro. El objetivo del “mensaje previamente grabado” era evitar los posibles errores de una lectura en vivo. El problema planteado era que ese mensaje, para ser consistentes, implicaba la lectura de la totalidad del Protocolo. A medio minuto por artículo, sin contar el resto del documento, esto se traducía en un audio de cuarenta y ocho minutos. Tal vez demasiado largo. Para atenuar el tiempo, se decidió aceptar el enorme riesgo de acotar el mensaje a las “principales pautas de prevención e higiene”. Pruebas realizadas durante las reuniones de la Comisión demostraron que eso, sumado a una lectura bastante rápida (estilo “bases y condiciones”) lograba bajar la duración del mensaje a doce minutos. Una mejora notable, aunque todavía quedaba la sensación de que el mensaje podía ser más breve. No así el Protocolo, claro. Curri Dos se permitió una sugerencia. Tenía un primo, Pablo Curri Tres, que se dedicaba a hacer producciones audiovisuales. Era también primo de Curri Uno, el capo. La Comisión podría contratarlo para que realizara un video — sí, costoso pero profesional — , al estilo de las aerolíneas, para presentar las medidas de una manera más atractiva y compacta. La idea no fue descartada, ya que se descontaba que sería del interés de Curri Uno. Otros miembros sugirieron hacer copias del Protocolo para entregar a los asistentes. Sin embargo, esta solución no solo era costosa, sino que la lectura demandaría nuevamente un tiempo tal vez excesivo. Los milongueros terminarían de leer — no necesariamente de comprender — el Protocolo hacia la mitad del turno de dos horas. Una mejora posible consistía en enviarles el Protocolo antes, como respuesta a la inscripción y reserva de turno. De esa forma, sin dudas, los milongueros leerían las 37 páginas antes de asistir al evento.
  • “La distancia personal mínima de 1,5 metros en espacios al aire libre y 2,0 metros en espacios cerrados debe ser respetada en todo momento, a excepción de las parejas de baile al momento del mismo”. La repetición interminable de la distancia, aunque con variaciones, fue una decisión deliberada de la Comisión. Se buscó que no quedaran dudas al respecto. Las personas no comprendían las cosas si uno no se las repetía diez veces. Un poco como los chicos, la verdad. Sí pareció apropiado aclarar que esa distancia no aplicaba a las parejas de baile al momento del baile, ya que de otro modo se corría el riesgo de que las personas interpretaran que debían bailar con un abrazo demasiado abierto. La mención de “al momento del mismo” dejaba abierta, es cierto, la duda de si las parejas podían estar a menos de dos metros cuando no bailaban. Se suponía que sí, que era obvio, pero la Comisión mantuvo los temores hasta el final del debate. Quedó registrado en el listado de riesgos a seguir discutiendo.
  • “Es responsabilidad de los organizadores que se respeten las distancias de seguridad entre las parejas de baile”. Por supuesto, la responsabilidad siempre era de los demás. La Comisión, y las autoridades en general, no podían dictar las normas, los protocolos, las guías, los afiches y además, encima, hacerse cargo del control ni, mucho menos, de las consecuencias. Sí se planteó en la Comisión la posibilidad de dar algunos consejos prácticos sobre cómo realizar ese control de las distancias. No era cuestión de dejar a los organizadores a la buena de Dios. Una idea que creció con fuerza fue la creación de un nuevo funcionario público, por supuesto financiado por el Estado, llamado Árbitro de distancias. Estaría ubicado sobre una plataforma elevada pero discreta en algún rincón de la pista de baile. Algo así como el umpire del tenis. A dos metros del DJ y de todos los demás, por supuesto. Desde allí, el árbitro de distancias no solo controlaría el distanciamientos sino que además, para aprovechar, controlaría el cumplimiento de todo el Protocolo. Genial idea esta, para aprovechar y optimizar el uso del erario público. Siguiendo el ya probado funcionamiento de los árbitros deportivos, o de la policía, el árbitro de distancias podría hacer advertencias, amonestar y expulsar de la milonga. Además, ante casos disputados, podría pedir un VAR (videoarbitraje). Para ello, la milonga debería ser filmada, preferentemente desde varios ángulos y utilizando la tecnología de telebeam. Además, como consecuencia, sería necesario otro funcionario para asistir al árbitro principal cuando este lo requiriera. Lo ideal sería contar con un Árbitro de distancias asistente de video, quien además oficiaría como suplente del árbitro principal. Para no quedar a mitad de camino, sería también deseable contar con Tribunales tanguísticos de disciplina, todo estatal, que evalúen las sanciones y se pronuncien al respecto. Curri Dos se mostró muy entusiasmado con esta propuesta. No solo se autopostuló para diseñar los protocolos del arbitraje, sino que además recomendó a otro de sus primos, Eugenio Curri Cuatro, para la implementación tecnológica del sistema. La propuesta se formalizó en un apartado y fue elevada a Curri Uno, quien sin dudas estaría interesado en la misma.

Artículos destacados sobre el comportamiento durante el baile:

  • “No se podrán realizar cambios de pareja en ningún momento”. Por si no quedaban claras las diez veces que se mencionaba la distancia de dos metros.
  • “Es muy importante NO hablar mientras se baila: característica importante del baile de tango, ahora indispensable”. Uno de los miembros sugirió que no era una buena idea incluir opiniones personales (“característica importante del baile de tango”) en el Protocolo público. Más específicamente, señaló que tal vez el problema del habla en el tango no fuera el acto en sí mismo, sino la calidad y la cantidad de lo que se decía. Pero en todo caso, no dejaban de ser opiniones. La votación en contra de esta moción dio por terminado el planteo.
  • “No hablar con bailarines desplazándose por la pista, sólo hablar en quietud y siempre con barbijo colocado (nariz, boca, mentón) y respetando la distancia social”. Este artículo buscó sintetizar, tal vez sin éxito, muchos otros casos similares. ¿Estaba permitido hablarle a un bailarín desplazándose por fuera de la pista, por ejemplo, yendo hacia el baño? ¿Y si esas personas no eran bailarines, sino espectadores o trabajadores? ¿Qué significaba exactamente “en quietud”? ¿Era esa quietud absoluta o relativa? En este último caso, ¿quietud en relación a qué? Por ejemplo, dado un mismo tiempo t, ¿estaba permitido que dos personas hablaran si estaban desplazándose a la misma velocidad y en la misma dirección?
  • “Podrán acceder a la pista cuando el círculo más cercano a su mesa o silla esté vacío, respetando siempre la distancia social de 2 metros”.
  • “Las parejas de baile deberán respetar la circulación antihoraria y sin excepción podrán avanzar y cambiar de círculo sólo cuando el círculo que está a continuación de su posición, esté totalmente vacío”. Hay que mencionar que hubo algunos justificados temores en relación a estos avances de círculo. ¿Qué pasaría si más de una pareja quería avanzar hacia el mismo círculo? ¿Debía establecerse alguna clase de semáforo o de algoritmo de avance? ¿Debía darse prioridad a las parejas que, por ejemplo, estuvieran más adentro de la pista (para evitar que quedaran allí para siempre)? Preguntas y más preguntas que la Comisión se comprometió a contestar cuando tuviera un poco más de oxígeno temporal disponible.
  • “Para retirarse de la pista, una vez finalizada la tanda, las parejas deberán respetar la circulación antihoraria y, sin excepción, podrán avanzar y cambiar de círculo sólo cuando el círculo que está a continuación de su posición esté totalmente vacío. Podrán retirarse de la pista cuando estén en el punto de la circulación más cercano a su mesa o silla. El organizador podrá también definir número o turnos para el acceso o retiro a la pista”.
  • Finalizados los artículos, Controllatore los leyó en voz alta ante la Comisión. Luego hizo una pausa y se preguntó en voz alta: “¿No será mucho?”

Artículos destacados sobre las ‘burbujas sociales’:

  • “Se podrán conformar “burbujas sociales”, las que se definen como grupos de personas convivientes o parejas que sistemáticamente bailan juntas o que concurran juntas al establecimiento. Estarán conformadas por un máximo de seis integrantes, pudiendo compartir un mismo espacio y proximidad, manteniendo el distanciamiento correspondiente con otras ‘burbujas sociales’ y parejas regulares”.
  • “Dentro de estas ‘burbujas sociales’, se permitirá el intercambio de parejas, debiendo en tales casos agregar el uso de máscara facial y alcohol en gel de forma previa al intercambio”. Un miembro de la Comisión se preguntó si no había cierta contradicción en exigir estos cuidados a personas que, por ejemplo, ya vivían juntas. Hubo un silencio. “Por las dudas, por las dudas”, dijo por fin Controllatore y propuso seguir adelante con el próximo artículo.
  • “En el caso de que se efectúe el intercambio de parejas, se deberá llevar registro de las personas que bailarán juntas, de forma previa a la presentación”.
  • “Sólo podrá haber intercambio de parejas entre miembros de una misma ‘burbuja social’, aunque cada pareja permanecerá en un círculo diferente”. La Comisión consideró, una vez más, que no estaba de más repetir el tema del intercambio de parejas dentro de la burbuja. Además, no sin una larga serie de deliberaciones y cálculos de superficies, concluyó también que tres parejas bailando en un mismo círculo resultaría una experiencia un tanto incómoda. Así que decidió prohibirla.

Artículos destacados sobre organización interna y limpieza:

  • “Ante un caso positivo de COVID, la limpieza y desinfección del lugar se realizará con productos y desinfectantes aprobados por la autoridad sanitaria o con una solución de hipoclorito de sodio que contenga 1000 ppm de cloro activo (dilución aproximada de 50 partes de agua y una parte de lavandina con 55Cl/L preparada en el momento)”. Uno de los miembros planteó si no sería suficiente detener el párrafo en “desinfectantes aprobados por la autoridad sanitaria”. En todo caso, agregó, se suponía que tanto el agua como la lavandina ya estaban aprobados. Controllatore contestó que no podían asumir que las personas ya lo sabían. De acuerdo, aceptó el miembro, pero ¿era necesario especificar la fórmula química de la mezcla de agua y lavandina? ¿Y era necesario el detalle de la lavandina? ¿Cómo iba a medirse todo eso? Controllatore buscó cerrar el cuestionamiento indicando que ninguna información estaba de más y que, llegado el caso, todo podía resultar de utilidad.
  • “Si se contrata una Empresa dedicada a realizar la tarea de limpieza y desinfección, exigir protocolo para COVID-19 y que complete un registro auditable de la implementación de las medidas ejecutadas”.
  • “Se deberá informar a les trabajadores las acciones realizadas para transmitir tranquilidad y serenidad al personal”. Un hermoso artículo de la Comisión que dejaba demostrado, ante todo, su humanismo. Si algo buscaba el Protocolo de 37 páginas con 96 artículos, 7 protocolos o guías relacionados, 3 anexos y 18 afiches era llevar tranquilidad y serenidad a todo el mundo del tango, comenzando por sus trabajadores. Inicialmente planteada la redacción como “los/as trabajadores/as”, la misma fue corregida por Genaro según la guía de lenguaje inclusivo aprobado para el trabajo de la Comisión.
  • “Se deben extremar las medidas de control de temperatura diaria a toda persona que ingresa al establecimiento (preferentemente y de ser posible mediante la utilización de equipos infrarrojos)”.
  • “Al momento de reiniciarse las actividades se designará a une responsable de cada área, que deberá realizar una reunión previa con les responsables y docentes con la finalidad de repasar cada punto del presente protocolo”. En un principio, se consideró la posibilidad de detallar los seminarios de formación para la implementación de este punto. Sin dudas, repasar cada punto del Protocolo demandaría varios días. Por supuesto, esos encuentros también demandarían nuevos protocolos (Protocolo COVID-19 para la realización de Seminarios de Capacitación en el Protocolo COVID-19 para la Organización de Milongas). Curri Dos volvió a postularse para diseñarlos y, por supuesto, para integrar la comisión que se crearía a tal fin. Otro miembro señaló que esos nuevos protocolos demandarían nuevos seminarios. La propuesta se estaba volviendo peligrosamente recurrente. Ante la imposibilidad de arribar a una solución cerrada (todas la variantes contempladas se abrían hacia el infinito), la Comisión decidió dejar esa especificación fuera del Protocolo, aunque no descartó retomar el tema en versiones futuras del documento. Es lindo mencionar que este artículo también recibió correcciones de estilo inclusivo por parte de Genaro.
  • “Se deberá registrar e informar incidentes, desvíos o dificultades en el cumplimiento de las medidas establecidas. Esta comunicación se deberá elevar a quien corresponda a fin de efectuar las modificaciones necesarias para su optimización”. “A quien corresponda” era, por supuesto, Controllatore, pero nuestro número diez de los protocolos era demasiado humilde como para explicitarlo en un artículo oficial del Protocolo.

Dicen que uno es lo que hace. Ya conocido el Protocolo, podemos decir con seguridad — no sé si con tranquilidad — que conocemos mucho mejor a la Comisión. Ahora sabemos en manos de quién está — al menos en los papeles — la decisión de si las personas podrán bailar tango o no. Y cómo.

Sin embargo, no podríamos terminar de comprender cabalmente a la Comisión sin comentar cómo afectó su labor el resurgimiento de las milongas en la Ciudad Capital. Primero en las casas. Y luego, con la llegada de la primavera (tras más de seis meses de prohibiciones), en los parques.

La Comisión le dedicó a este tema cada vez más tiempo y energía, sobre todo impulsada por Controllatore y por la enorme bronca personal que este “acontecimiento imprevisto” despertaba en él.

La experiencia en el resto del mundo, tanto en el campo del tango como en otras actividades, indicaba que las personas no serían capaces de sostener un cese de actividades indeterminado. Y mucho menos un encierro. Era una cuestión de salud física, mental y hasta existencial. El regreso de las milongas era inevitable, pero a la Comisión le resultó sorpresivo. Los críticos de siempre explicaron el fenómeno asegurando que “la Comisión estaba en otra, en una burbuja, en una torre de marfil”.

Derrodillas interpretó que la Comisión debía aprovechar el fenómeno naciente. Propuso acompañar a esas milongas mediante la promoción informativa de prácticas saludables, sobre todo cuando estos eventos estaban siendo tolerados por la autoridad política y policial de la Ciudad Capital. Además, podía utilizarse este fenómeno para persuadir a las autoridades políticas nacionales sobre la necesidad de acelerar un proceso ordenado de reapertura. Y con ello, por supuesto, ayudar también a las milongas que él mismo representaba.

Controllatore rechazó esta idea de plano, al igual que lo hizo la mayoría casi automática que lo acompañaba. Se sentía ofendido, casi humillado, por estas milongas a las que eligió llamar “clandestinas” o, directamente, “ilegales”. Le dolía especialmente que sus organizadores fueran “de los nuestros”. Se volvía loco al afirmar, casi a los gritos, que estos milongueros “no comprendían la gravedad de la situación sanitaria” ni “el homérico esfuerzo que viene haciendo la Comisión desde hace nueve meses”. La aparición espontánea de milongas no autorizadas por la Comisión le parecía un desafío inaceptable.

Para Controllatore, el camino a seguir estaba claro. Como tantos otros de sus colegas, amaba las comisiones, los debates y, sobre todo, la redacción de comunicados. Propuso entonces a la Comisión el debate periódico del tema y la elaboración de comunicados. “Aunque no es parte de las responsabilidades formales de esta Comisión, resulta ineludible que asumamos una responsabilidad todavía mayor, no escrita con tinta sobre la frialdad blanca del papel, pero sí, sin dudas, escrita en las páginas eternas de la historia de nuestro país que, en este contexto dramático, nos exige hacer lo que haya que hacer con las herramientas que tengamos a nuestro alcance. No tengo dudas de que ese es el verdadero espíritu que ha dado nacimiento a esta Comisión que con tanto orgullo integro”. La mayoría, conmovida, aprobó la moción.

Dado que la Comisión no estaba en condiciones políticas ni legales de firmar esos comunicados, se acordó que Derrodillas sería el encargado de publicarlos a través de “sus colectivos milongueros”. Derrodillas no estaba muy entusiasmado con la idea, pero creía no tener muchas alternativas para lograr sus propios objetivos, así que aceptó.

Los primeros comunicados fueron más o menos aceptables. En ellos se repasaba la situación general de la cuarentena, el trabajo de las milongas junto a las autoridades (a través de la Comisión) y los interminables avances en el diseño del Protocolo. Luego de ese repaso, al final, se manifestaba de manera poco sutil la intención última de los comunicados: criticar a las milongas en los parques.

Los comunicados parecían no surtir efecto. De hecho, a medida que la primavera avanzaba, las milongas en los parques crecían. La Comisión había enviado emisarios a cada una de ellas, no solo para evaluar su convocatoria, sino también para identificar organizadores y participantes de renombre. Ante cada informe, Controllatore estallaba de furia. Estaba en juego su autopercibida capacidad de influir en la realidad a partir de la publicación de comunicados. La Comisión dedicaba cada vez más tiempo al debate de esta cuestión y cada vez menos a la finalización del Protocolo. Al final, Controllatore tuvo que ceder a los planteos de Derrodillas y abocarse a terminar el Protocolo de una vez.

Los comunicados que salían de la Comisión eran cada vez más virulentos. En el último, por ejemplo, “repudiaba enfáticamente” las milongas en los parques, las llamaba “ilegales e irresponsables” y convocaba a la comunidad a sumarse a ese repudio. No conforme con eso, intimaba también al Gobierno de la Ciudad Capital, históricamente denunciado como “represivo” por buena parte de la comunidad milonguera, a que “arbitre las medidas necesarias y accione las herramientas de que dispone” para terminar con las milongas en los parques. Ni este comunicado, ni los anteriores, eran firmados con nombre y apellido. Solo de manera muy indirecta podía llegarse a un responsable concreto.

Por suerte para los milongueros, el reclamo al Gobierno de que “arbitre las medidas necesarias y accione las herramientas de que dispone” se hacía en la Ciudad Capital, reservorio todavía de cierta institucionalidad. En el No Tan Lejano Norte, donde se respiraba feudalismo, ese mismo pedido podría haber conducido a detenciones, abusos y muertes. Algo que, de hecho, estaba ocurriendo. Al mejor estilo del Protocolo, lo repito para que no haya dudas: en el No Tan Lejano Norte, las autoridades policiales, respaldadas por las autoridades políticas, detenían, abusaban y hasta llegaban a matar gente para asegurarse de que las normas “legales” de la cuarentena se cumplieran. Esto era fácilmente verificable en Internet.

No es difícil imaginar que semejante mensaje público generó una reacción negativa de una buena parte de la comunidad milonguera. Esto se vio expresado sobre todo en las redes sociales, donde personas con nombre y apellido criticaron de manera pública ese comunicado y sus bases de sustento.

La Comisión debatió con énfasis y preocupación cómo responder a esta “incomprensible rebeldía” que emanaba de los parques públicos y se atrevía a responderle. Era urgente decidir cómo reaccionar ante las duras críticas recibidas en las redes, en particular sobre el último comunicado. La propuesta de Controllatore, finalmente aprobada por la Comisión, fue de manual: suprimir los comentarios críticos. Nada de argumentos, debates o respuestas. El viejo y eficiente (en el corto plazo) recurso de la censura. Es por eso que muchas respuestas al comunicado no duraron. Fueron respuestas desaparecidas. Una de ellas, por ejemplo, decía lo siguiente: “No es cierto que tengamos al facismo a la vuelta de la esquina. Ya lo tenemos adentro de casa, sentado en la mesa de la cocina”.

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Juan Manuel Guerrera

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